CONTEXTO SOCIAL EN LA GLOBALIZACIÓN LATINOAMERICANA
Entre 1900 y 1950, la sociedad latinoamericana experimentó una profunda transformación que modernizó su estructura social. Comienza con el crecimiento demográfico, la reducción de la mortalidad y del analfabetismo, un mayor crecimiento urbano y el desarrollo de una red de organizaciones sociales más tupida. Sin embargo, ello no esconde la situación de atraso social y la agudización de ciertos problemas que serán un lastre en el desarrollo posterior.
Referente a los indicadores demográficos, refleja 2 factores: el inicio en este periodo de las condiciones sanitarias para la reducción de la mortalidad, y las fuertes tasas de crecimiento demográfico experimentadas entre 1930 y 1950. Ello nos lleva a las sociedades que se encuentran en los primeros estadios de la transición hacia el régimen demográfico moderno, cosa que contrasta con las sociedades europeas, ya en proceso de reducción de sus tasas de natalidad y con una mortalidad baja.
Otro signo de este escaso desarrollo social es el que se refiere a la tasa de analfabetismo. Si bien entre 1900 y 1950 la tasa se redujo casi un 17% en toda la región, llegándose a un 46,5% de la población (analfabeta) en 1950, en ese mismo momento la tasa de analfabetismo en EEUU era del 2,6%.
Por último, un tercer factor es la crisis del campo y el desarrollo urbano, procesos ambos, conectados por vasos comunicantes. En el ámbito rural los problemas estructurales son generales. Ningún país aborda la reforma agraria en este periodo con la excepción de México y el intento fallido de Guatemala. Sin reformas de importancia, la situación del empleo rural es arcaica, hay profundas desigualdades en la estructura de la propiedad y la tenencia de la tierra, y los principales recursos se dedican al autoconsumo, siendo precarias las inversiones productivas. Esto provoca una falta de capital y por consiguiente genera masas de desarraigados que buscan oportunidades en el ámbito urbano. La explosión en este periodo de las migraciones internas campo-ciudad, genera un crecimiento urbano sin precedentes que implica nuevos problemas en las urbes de la región: bolsas de pobreza, villas miseria, pero también mano de obra para la industria. Esta rápida urbanización implicó que el mundo urbano absorbiera una cantidad ingente de recursos, necesarios para acomodar a esta masa inmigrante, lo cual incrementó aún más las diferencias entre el ámbito urbano y el rural que no contaba con inversiones y cuyo atraso fue en aumento; si a esto le añadimos que en gran cantidad de países campo es sinónimo de población indígena, esto implica además en muchos lugares, una doble marginalidad social.
Otro tema aparte es el del fenómeno migratorio. Hasta 1930 el aporte migratorio de mano de obra barata europea fue muy importante en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay o Cuba y ayudó a su desarrollo económico en un contexto de crecimiento. Sin embargo, a partir de ese año y en el marco de la depresión económica y de las nuevas políticas proteccionistas, se nombra la implementación de políticas de restricción migratoria que se aplicarán durante toda la década y en toda la región, excepción hecha de los republicanos españoles y otros refugiados europeos que fueron acogidos, especialmente por México. Latinoamérica fue, hasta los 30, tierra de acogida; y en el seno de estas sociedades, los inmigrantes europeos vivieron episodios de xenofobia, restricción de derechos políticos y falta de solidaridad de clase con sus colegas nacionales.
Para la actualidad, si se trata de analizar el avance social, partirán de la sobre poblaciones de algunos países latinoamericanos, donde podría aumentar la pobreza a causa del alto déficit de empleo de las naciones, familias completas que según estudios deberán sostenerse con lo que necesita una sola persona persona para subsistir.
A fines del Siglo XX existe una creciente en el papel de la familia en la sociedad. Desde la perspectiva espiritual la familia apareció siempre como la unidad básica del ser humano. Las grandes unidades religiosas adjudicaron que su participación en lo moral y afectivo era decisivo para la vida. En los últimos años han agregado a esa perspectiva fundamental, conclusiones de investigación que indican que la unidad familiar realiza, además, aportaciones de gran valor en unidades muy puntuales, políticas, económicas, sociales y artesanales.
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